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Opinión y análisis

Horóscopos

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Por Mario Fagúndez: Texto y Foto|

A mucha gente le interesa saber su horóscopo. La astrología, la adivinación, la quiromancia, son ciencias que han acompañado a la humanidad por milenios. Alguien, hace muuchos años atrás, se imaginó que cierta combinación de estrellas en el cielo nocturno representaba la forma de un León. Al lado de él imaginó la figura de una mujer joven (una virgen) y terminó estableciendo un calendario que era muy útil: Se podía predecir los tiempos de las cosechas y la subida del nivel de las aguas, observando la aparición de ciertos astros en el cielo.

En la línea imaginaria que trazan el sol y la luna, a lo largo del año, van coincidiendo con las distintas figuras del fondo. Como la luna está más cerca, va coincidiendo a lo largo del día. Como el sol está más lejos, coincide a lo largo de un año.

El prestigio que les dio a quienes se dedicaban a la tarea de observar astros se les subió a la cabeza y terminaron inventando historias acerca del firmamento. Imaginaron que alguien nacido cuando el sol coincidía con la forma del león en el cielo era valeroso, aguerrido, y con temperamento para el liderazgo. Los nacidos bajo la combinación de sol y la virgen eran leales, pensativos, melancólicos y hogareños. Porque es bien sabido que: Como es arriba es abajo. ¿Quién lo sabe?: los encargados de observar las estrellas, por supuesto.

El problema comenzó cuando a otro alguien se le ocurrió atribuir arbitrariamente a cada uno de los signos la misma duración en días. Además de ello expulsó a uno de sus integrantes: Ofiuco. Esa división carece de sentido lógico. Convengamos que tampoco lo tienen las constelaciones, pero llegado el caso, a la hora de imaginar las características de las personas, eso incide mucho. 

La ciencia tiene un método, el método científico, basado en proponer un enunciado, realizar diversas pruebas, comprobar si el enunciado tiene o no fundamento empírico, y luego contrastar con los pares los descubrimientos. Una ciencia determinada va creciendo con los aportes de quienes la investigan. En la astrología no existe tal crecimiento, hay un estancamiento de tres mil años basado en un dogma. 

Volvamos a las características atribuidas a cada signo: Imaginen a los Leoninos: tan ególatras y vanidosos, los Sagitarios: tan viajeros, los de Tauro: tan de mirar netflix y comer en la cama.

Pero, supongan que no es en realidad el signo que les corresponde. Imaginen alguien que nació con el sol en Leo pero fue anotado en su carta natal como virginiano. Imaginen el potencial perdido, si esa persona tuviera cualidades para el liderazgo pero nunca lo desarrolló porque los virginianos se suponen que son analíticos, fríos y poco dados a las multitudes.
Ya es bastante difícil esta vida como para que encima andes por ella con un signo zodiacal errado.

Yo propongo que si vamos a seguir la astrología le agreguemos la máxima cantidad posible de ciencia y hagamos las cosas correctamente, basta de Geminianos que se crean de Cáncer o un Capricornio que se crea de Acuario. Hagamos congresos de astrología, censos, propongamos tesis o hagamos una encuesta para saber qué signo es el más infiel. Además de eso debemos atribuirle características a los nacidos bajo Ofiuco, ese gran desconocido que flota entre Escorpio y Sagitario. ¿Era Ofiuco un buen amante, le gustaba viajar, se peleaba con el vecino por la fecha de plantación de habas? No lo sabemos, alguien, un burócrata amante del orden (seguramente un Capricorniano) le cortó a los de Ofiuco la posibilidad de tener su identidad.

Basta de compartir memes errados, basta de justificar sus torpezas con signos que no corresponden. Inventate nuevos defectos, probá nuevas formas de jorobarte la vida. Quizá lo que estoy haciendo es típico de un virginiano resentido, pero a mí me gusta desconfiar y marcar tendencia, justo lo que haría un Leonino…

BONUS: estas serían las fechas reales de cada signo:

Sagitario: del 17 de diciembre al 20 de enero (antes 23 de noviembre al 22 de diciembre).
Capricornio: del 20 de enero al 16 de febrero (antes 23 de diciembre al 21 de enero).
Acuario: del 16 de febrero al 11 de marzo (antes 22 de enero a 20 de febrero).
Piscis: del 11 de marzo al 18 de abril (antes 21 de febrero al 19 de marzo).
Aries: del 18 de abril al 13 de mayo (antes 20 de marzo al 20 de abril).
Tauro: del 13 de mayo al 21 de junio (antes 21 de abril al 21 de mayo).
Géminis: del 21 de junio al 20 de julio (antes 22 de mayo a 22 de junio).
Cáncer: del 20 de julio al 10 de agosto (antes 23 de junio al 22 de julio)
Leo: del 10 de agosto al 16 de septiembre (antes 23 de julio al 22 de agosto).
Virgo: del 16 de septiembre al 30 de octubre (antes 23 de agosto al 22 de septiembre).
Libra: del 30 de octubre a 23 de noviembre (antes 23 de septiembre a 22 de octubre).
Escorpio: 23 de noviembre al 29 de noviembre (antes 23 de octubre a 22 de noviembre).
Ofiuco: del 29 de noviembre al 17 de diciembre (antes no incluido en el Zodiaco).BONUS 2: Recomiendo para observar las constelaciones usar la aplicación STARWALK2. La versión gratis es muy completa.

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Opinión y análisis

La banalización de la felicidad

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Por Cley Espinosa|

Han salido, hace no demasiado tiempo, dos libros que abordan la cuestión de la felicidad desde distintos puntos de vista; “La felicidad” de Gabriel Rolón, el psicoanalista argentino, y “Cómo salir del pozo”, del periodista -también argentino- Andrés Oppenheimer. A su vez, hemos recibido noticia de seminarios al respecto brindados en ámbitos donde no suelen abordarse cuestiones metafísicas. Y entre todo ello, algunos índices, encuestas y notas de prensa, que nos dejan mucho que pensar.

Hace algunos años Naciones Unidas lleva un índice de la felicidad, mediante una encuesta que se hace en 156 países, donde los encuestados puntean de 0 a 10, siendo “0” la menor felicidad y “10” la mayor. Se tienen en cuenta en dicha medición seis aspectos: los niveles de PIB, la esperanza de vida, la generosidad, el apoyo social, la libertad y los niveles de corrupción. En este año 2024 que transcurre, Uruguay lleva el dignísimo puesto N° 26, siendo uno de los países latinoamericanos mejor ranqueados, solo superado por Costa Rica, que está en el lugar N° 12.

El 10 de mayo pasado La Diaria publicó una nota titulada “Uruguay es el país “más feliz” de Latinoamérica y ocupa el puesto 18 a nivel mundial, según Encuesta Mundial de Valores”. En nuestro país la encuesta la realizó Equipos Consultores, sobre una muestra de mil personas. En dicha encuesta el 43% de los uruguayos respondieron ser “muy felices”, y si se suma los que respondieron ser “muy felices” a los que dijeron ser “bastante felices”, el porcentaje es del 91%, por encima del promedio mundial (85%), y del promedio latinoamericano (87%). Datos similares emergen de la misma encuesta en lo que refiere a los índices de “satisfacción con la vida”. Uno de cada tres uruguayos dicen estar completamente satisfechos con su vida, y un 91% dice estar “muy satisfecho” o “bastante satisfecho” con su vida, estando por encima del promedio mundial y latinoamericano.

Estos picos de felicidad uruguaya, o de autopercepción de nuestra felicidad (inéditos en lo que hace a los tonos grisáceos que pensábamos eran característicos de nuestra identidad), llaman mucho la atención, especialmente en un país con un altísimo índice de suicidios, y donde la salud mental está en la agenda de todos los precandidatos a Presidente de la República, en un país con cientos de asentamientos, con miles de personas en situación de calle, con necesidades básicas insatisfechas, con inseguridad, con corrupción, etc., etc.

Pensando un poco más uno entiende que Rolón habla de otra felicidad, esa que nos quita el sueño, mientras que Oppenheimer habla de una anestesia mental que inhibe de percibir los horrores de un sistema económico de explotación y de desigualdad, al cual no le basta con castigarnos, sino que además necesita que digamos que nos gusta el castigo. Con estos datos de la encuesta, con tantos uruguayos tan felices y satisfechos con sus vidas, ¿por qué cosas luchar?, ¿para qué votar este último día de junio? ¿para qué militar? ¿Es esta la “pública felicidad” que desvelaba a Artigas? Al fin y al cabo, ¿son estos los cinco mejores años de nuestras vidas? Son preguntas que me hago, y le hago a gente tan seria, tan científicamente seria; preguntas de alguien que ha puesto y pone todas sus energías (con dispares resultados) en ser feliz, en el más aristotélico de los sentidos.

Artículo de Revista «La Estrella» de Tacuarembó
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La sociedad de la nieve : El milagro y la tragedia 

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Por Pablo Lemos Valerde 

La historia del accidente aéreo de los andes de 1972 es revivida nuevamente en una cinta cinematográfica estrenada los primeros días de enero del corriente año a cargo del director español Juan Antonio Bayona. Se convirtió rápidamente en la película más vista en la plataforma de Netflix con 250 millones de reproducciones y generando un fuerte impacto a lo largo y ancho de todo el mundo. 

Las reacciones de los usuarios e internautas de todas las regiones y lenguas han sido muy diversas y no se han hecho esperar, manifestando un nudo en la garganta generalizado junto con conmovedoras reflexiones detrás. El filme es muy inmersivo, logra poner al espectador dentro del fuselaje del avión Fairchild, 571, un Chárter de la Fuerza Aérea uruguaya donde se desenvuelve una de las experiencias de sobrevivencia extrema más impresionantes que se hayan contado en el siglo pasado. 

Y no sólo eso sino que logra también plasmar la historia de un grupo humano luchando por la supervivencia desde la unión y los valores tales como la empatía, la compasión, el altruismo y la resiliencia. 

Esta es una de esas historias que merecen ser mil veces contadas, que contiene lo trágico, lo milagroso, lo posible, e incluso lo imposible. Un relato donde el destino juega sus cartas y donde los seres humanos ponen en juego las suyas, tal como lo dice el propio Carlitos Paez hijo : “al no, le dijimos que sí”. 

Pero más allá de los acontecimientos, se perpetúa a través del tiempo un mensaje esperanzador que nos sirve para bajar a tierra,y poner en perspectiva nuestras dificultades cotidianas y recobrar la confianza en que lo imposible pueda llegar a ocurrir. A lo largo de los años, los supervivientes han sido invitados a través de todo el globo para dar charlas, palabras de aliento, responder preguntas, conferencias y entrevistas acerca de aquel singular acontecimiento. La sociedad de la nieve ha sido nominada como mejor película internacional y anunciada el martes pasado a los reconocimientos de premios Oscar en Estados Unidos, de entre otras cinco que compiten en esa categoría. 

Sin lugar a dudas es un filme movilizador que despierta la confianza y la fe en lo impensado. Es capaz de interpelar nuestro aspecto más débil mostrándonos lo insignificante que somos ante el poder de la naturaleza, pero a su vez mostrando la grandeza de la fuerza del espíritu humano ante la inmensidad de las “cordilleras de la vida”.

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El problema de las drogas

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Por Cley Espinosa|

En la infame entrevista al narcotraficante se le ha preguntado si está de acuerdo con la legalización de las drogas. Obviamente contestó que está en contra, en primer lugar porque es la respuesta políticamente correcta que se puede esperar de tan ejemplar padre de familia, pero en segundo lugar, y principalmente, porque la legalización del mercado de las drogas significaría el fin del narcotráfico, de su negocio.

El liberal libertario electo Presidente de los argentinos, si realmente lo es, debería «liberalizar» el mercado de las drogas. En algún momento se le preguntó al respecto, y si bien considera que el Estado no debe intervenir en su control y prohibición, consecuente con sus ideas expresó, que quien se drogue que se las arregle por sí mismo, negándose a cualquier intervención del Estado de Bienestar para cuidar la salud de los adictos. Me atrevo a decir, que no liberalizará dicho mercado, ni tampoco se dejará de atender adictos, y que a lo sumo incrementará la represión.

El fundamento ético para prohibir el acceso legal a las drogas, es que el consumo de las mismas podría aumentar, y que esto afectaría la salud y vida de muchas personas. Es un argumento débil, ya que esto igualmente sucede, y con sustancias de peor calidad, generando un mercado negro que genera violencia social, marginación, y en términos económicos mucho gasto en seguridad pública. Ni hablar de las vidas de policías en dicho combate, las vidas de muchachos asesinados por ajustes de cuentas propios del narcomenudeo. Por otra parte, hay muchas sustancias y productos que se venden legalmente, en farmacias, veterinarias, etc., que pueden poner en riesgo la salud y vida de los consumidores.

El dinero que se dilapida en la guerra perdida contra el narcotráfico, podría invertirse en educación para evitar el consumo, y en salud para tratar a los adictos. Nos ahorraríamos no solo el aumento de la violencia, homicidios, ajustes de cuentas, sino la corrupción de nuestras instituciones y el sistema democrático. Igualmente, es prácticamente imposible para un país –más allá de su supuesta soberanía- adoptar una decisión radical como esa, ya que ese constructo de prohibir el mercado de las drogas, es una forma que tiene el imperialismo de sojuzgar a los países del mundo.

La otra dimensión, igual o más preocupante, es el estrago que la droga hace en la historia de vida del adicto, y el tratamiento despreocupado e irresponsable que como sociedad le otorgamos a esta clase de enfermos. En primer lugar, es indiscutible que un adicto desde el punto de vista científico es una persona con una enfermedad psiquiátrica, o psicoemocional. Los adictos, y en buena medida también los enfermos mentales, son los únicos enfermos a los que dejamos vivir en situación de calle (tratamientos ambulatorios, decimos eufemísticamente), condenamos a la mendicidad, a la cárcel, o al cementerio. Son los enfermos que no cuidamos. Son como los leprosos de otras épocas, pero sin leprosarios.

Las drogas se consumen y han consumido en todas las culturas y civilizaciones, pero solamente en nuestro tipo civilizatorio se convierten en adicciones y sus usuarios terminan en la marginación. Los indios de todas partes se drogan, pero no se marginan, ni tienen problemas graves con la adicción, porque lo hacen el marco de una ritualidad y una cosmovisión que los ampara en el vivir.

En nuestra realidad actual, el problema de las drogas, el verdadero problema de las drogas, es la falta del sentido de vivir, es el desamparo y la desesperanza, la falta de una mitología, una cosmovisión, y un grupo humano que no solo nos cobije, sino que además nos demuestre y convenza de que somos únicos y especiales, que somos queridos, que somos necesarios, una parte inescindible del grupo. Este es el trabajo de la cultura en el amplio sentido (antropológico), los deportes, las espiritualidades, las escatologías, y muy especialmente las artes.

|De Revista La Estrella de Tacuarembó. Cel: 094 193 122|
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