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Fallece el Papa Francisco a los 88 años: Un pontificado de impacto global

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El Papa Francisco, el 266º Papa de la Iglesia Católica Romana, ha fallecido a la edad de 88 años. La noticia, confirmada por diversas agencias de noticias internacionales, marca el fin de un pontificado que influyó significativamente tanto en la Iglesia Católica como en el escenario global.

Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, ascendió al papado en 2013. Su origen como el primer Papa latinoamericano y miembro de la orden jesuita aportó una perspectiva única al Vaticano.

Antes de su elección, la carrera de Bergoglio dentro de la Iglesia incluyó roles como sacerdote, obispo y cardenal, sirviendo principalmente en Argentina. Su formación teológica, influenciada por el contexto del catolicismo latinoamericano, moldeó su enfoque de la justicia social y el cuidado pastoral.

Durante su pontificado, el Papa Francisco abordó una variedad de temas, incluyendo la pobreza, el cambio climático y el diálogo interreligioso. Enfatizó la importancia de llegar a las comunidades marginadas y abogó por una Iglesia más compasiva e inclusiva.

Sus esfuerzos por reformar la burocracia vaticana y abordar el tema del abuso sexual clerical generaron tanto apoyo como críticas. Sus pronunciamientos sobre la desigualdad económica y la administración ambiental también provocaron debates en todo el espectro político y social.

El compromiso del Papa Francisco con los líderes mundiales y su participación en eventos internacionales lo posicionaron como una voz prominente en temas contemporáneos. Su énfasis en la misericordia y la reconciliación resonó con muchos, mientras que sus puntos de vista sobre ciertos asuntos sociales provocaron reacciones contrastantes.

El fallecimiento del Papa Francisco inicia el proceso de sucesión papal, mientras el Colegio Cardenalicio se prepara para convocar un cónclave para elegir a su sucesor. El impacto de su pontificado en la Iglesia Católica y su relación con el mundo será objeto de análisis y reflexión continuos.

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Relatos de viajes: Las dos Córdobas| Parte 2

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Por Mario Fagúndes|

La segunda vez que llegué a Córdoba llegué al mediodía, viajé 12 horas en bus desde Buenos Aires y la encontré distinta. Un poco más moderna, calles más anchas, gente con otro acento. Tuve ganas de pedir que me devolvieran la plata del pasaje, aunque sospeché de la gitana que me maldijo a orillas del Guadalquivir.

Desde lejos parecía la misma, con la sierra bordeando la ciudad y el río dividiendo la parte vieja de la nueva, además creí reconocer la cúpula de algunas iglesias, pero apenas pongo un pie en el andén me doy cuenta que la gente ya no habla igual, las construcciones parecen más modernas, ya no hay vestigios de cultura romana. El río que se parece al Guadalquivir no es el mismo, ellos le llaman “El suquía».
Estos cordobeses no pronuncian la “ST” en una contracción que hace parecer el sonido de una “CH”. Los Cordobeses de acá son amables y simpáticos, me llevan a todos lados, me muestran su ciudad. Están contentos de que los visite, me llevan a recitales y bailes. A todas horas suena una música bailable y alegre, a la que le dedicaron un museo y tiene su propio dios con forma de “Mona” que se apellida Giménez. Tienen catedrales pero ninguna mezquita y mucho menos sinagogas. También adoptaron una bebida italiana, amarga como pocas y a la que le agregaron coca-cola, un sacrilegio para los italianos, aunque los locales me dicen que el verdadero elixir residente es el “Prittyao”, nombrado así por el nombre de la gaseosa lima limón (La Pritty, cuya fábrica está en la ciudad) y el vino suelto, mezclados en proporción 60/40. Quiero creer que llegué de nuevo a Córdoba, pero creo que llegué a la nueva Córdoba, aún no estoy seguro. A lo mejor todo se trata de la maldición de aquella gitana no quiso soltar mi mano en las orillas del Guadalquivir.

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II

Cuando llegué por segunda vez a Córdoba era apenas saliendo de la pandemia, a todos nos obligaron a vacunarnos y obtener certificados para poder viajar y hacernos hisopados y andar por todos lados con tapabocas. Es curioso como la mente elimina de la historia todo lo que nos afectó negativamente. No recuerdo en ningún contexto ni ocasión haber estado con tapabocas (ni en transporte público ni en lugar cerrado ni en reunión social ni espectáculo musical). A lo mejor es algo que yo me lo inventé, como el hecho de haber llegado de nuevo a Córdoba.

Los primeros días me dediqué a reconocer el terreno, visitar lugares importantes (la estación de trenes, la manzana jesuítica, la ciudad universitaria, la rueda de Eiffel). También visité las sierras en un mediodía de sábado que amenazaba con tormenta. Bajamos en grupo a un río apacible con un agua tan transparente que por momentos la supuse invisible. Vi el recital de Rodrigo Carazzo, un músico local, en el medio de un bosque, entre árboles y lucecitas led. Cuando terminó el recital se largó a llover, una lluvia intensa, persistente, que no amainó durante toda la noche. Al otro día estaba despejado, como si nada hubiera ocurrido en la noche anterior, como si no hubiera visto rayos que parecían desgarrar el firmamento en varios pedazos, dejando en el aire el recuerdo atronador de la luz fugaz y el rumor sordo del trueno. Las tormentas en Córdoba son legendarias, de las más intensas del continente. 

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III

Mi anfitrión es actor de teatro y trabaja en una empresa de electricidad. Tiene una gata que se llama Maruja y ama a Pepe Mujica. Actúa en una obra que se llama “La puta mejor embalsamada” que trata de lo que le ocurrió al cadáver embalsamado de Evita Perón.
En su casa también se aloja un tipo un par de años mayor que yo, proveniente de Buenos Aires, que es tarotista y titiritero, él fue quien me recibió y me hizo un primer recorrido por la ciudad. Esa misma noche me lleva a ver una banda en auge: “El plan de la mariposa.”
Días después ví a los Auténticos Decadentes y a La Vela Puerca, en fechas distintas.

IV

El muchacho que me invitó a las sierras de Córdoba es músico  e hijo de un Uruguayo. Con él fue su novia y otras dos chicas que según tengo entendido, usan la misma aplicación de viajes que yo. Al volver del recital hacemos una mayonesa de zanahoria y tocamos música mientras esperamos que pare la lluvia.

V

Al sábado siguiente acepté la invitación de Rocío, que también vive en las sierras, en la localidad de Río Ceballos, que bordea un río y tiene más arriba un embalse que sirve también como balneario. Rocío trabaja en la municipalidad, es diseñadora y rescata gatos callejeros. En su casa descubrí por primera vez al escritor César Aira, que parece tener un libro para cada ocasión de la vida. 

Con Rocío hacemos un poco de trekking, vamos hasta una cascada que queda un par de kilómetros adentro de la sierra. Me ahorro las descripciones del paisaje, porque pasaría horas diciendo cada roca, cada árbol o caída de agua, y no podría nunca captar la esencia del lugar.

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VI 

Al volver de Río Ceballos tomé el tren de las sierras. 

El boleto valía 16 pesos argentinos. Para hacer una referencia, en ese momento 1 dólar estaba a 200 argentinos.

El coche era moderno y bien mantenido. Con lentitud fue pasando por las villas que se instalan alrededor de la vía hasta salir del todo de la ciudad. 

En una de las paradas, un pueblito con apenas algunas casas suspendidas en el borde de un cañadón, nos bajamos y podemos comprar panes caseros y empanadas, también queso y dulce. Estos pueblos estuvieron muchos años aislados, cuando se discontinuó el servicio del ferrocarril, ya que es el único acceso que tienen.

El destino final del recorrido es Valle Hermoso. Decido que vale la pena conocer La Falda y el hotel Edén, un sitio del que se dice que estuvieron los nazis visitando y lo pensaron como un lugar de vacaciones para el alto mando del Tercer Reich.

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El hotel estuvo muchos años abandonado y fue objeto de múltiples robos por parte de vecinos de la zona. Lo han recuperado y convertido en museo, pero nadie puede alojarse allí. Sinceramente, con el aire encantado que tiene, dudo que pueda pasar una noche en ese lugar. El recorrido finaliza en una bodega donde nos cuentan de la uva chinche, que puede desarrollarse en ambientes de humedad y es la que está presente hoy en la mayoría de las casas que tienen una parra. Una parra y una higuera, dos símbolos de la liturgia cristiana. 

El regreso es bastante intenso e increíble. Tenía invitación para ir a Villa Carlos Paz y resultó que mi anfitrión era el peluquero de Gladys la Bomba Tucumana y me dice si quiero ir con ella a Córdoba ya que el hijo de ella toca en un boliche de cuarteto. 

No quería irme de Córdoba sin haber ido a un baile de cuarteto, todo el mundo me decía que eran sitios peligrosos, pero la verdad que nunca la pasé tan bien como esa noche y conocí a personas maravillosas.

Llegando al boliche, Gladys estacionó su camioneta como quiso y bajó intempestivamente, y yo atrás de ella. Bailamos cuarteto y hasta le pedí una selfie y desde esa noche sé que esa fue la mejor anécdota de viaje hasta ahora. A menos que me cruce con Bob Dylan en algún pueblo perdido.

Al día siguiente, o al otro, no recuerdo bien, volví a Buenos Aires, pero eso será otra crónica.

De Córdoba (reflejo, espejismo, la original o una copia?) me fui con un montón de amigos e historias, paisajes y la tranquilidad de que no hay gitanas, pero igualmente el hechizo me dura hasta el día de hoy.

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Relatos de viajes: Las dos Córdobas

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Por Mario Fagúndez|

La primera vez que llegué a Córdoba (enero 2018) quedé impactado por su palimpsesto cultural. Los anfiteatros romanos eran cubiertos por iglesias godas, que servían de cimientos a mezquitas árabes cuyos muros albergaban catedrales católicas. Isabel, nuestra guía turística, nos explicó que la ciudad estaba más alta que en sus orígenes porque cada uno de sus habitantes cuando reconstruía su casa en vez de llevarse los escombros lejos de la ciudad simplemente levantaban los muros de la casa nueva sobre los restos de la anterior.

La primera vez que llegué a Córdoba llegué de noche, solo tenía la dirección del hostel quequedaba en el medio de la ciudad vieja a pocos metros del puente que atravesaba el Guadalquivir. Caminé, porque no tenía otra alternativa, por avenidas bordeadas de naranjos imposibles de sabor amargo con hojas verde oscuro. Por sus callejuelas angostas, en las que apenas podía pasar un auto pequeño, vi un par de tabernas abiertas, con carteles en la acera ofreciendo tapas y salmorejo. Recuerdo una con la imagen de un gallo.

A la mañana siguiente desayuné temprano y como todo turista pobre aproveché el momento en que la entrada de la catedral era gratuita, antes de las 9 de la mañana. Me interné en una mezquita árabe y pronto me vi invadido por la sensación de infinito que daban los arcos moriscos, repetidos en todas direcciones. Miré hacia adelante y pensé en Borges. Luego que recorrí un rato su interior, me percaté que allí dentro había una catedral católica, con su simbología de ángeles con su altar, con su oro recubriendo imágenes de santos. Parecía imposible que aquella catedral hubiera pasado a mi lado y yo no la hubiera visto pero sí estaba. Una catedral católica entera dentro de una mezquita. Lo repito para que se entienda la magnitud de tales obras.

Córdoba fue fundada 169 años antes de cristo, o en el 584 AUC (At Urbe Condita, fecha considerada a partir de la fundación de Roma, y más certera que la anterior). En sus orígenes fue un campamento militar, una avanzada del poderoso imperio Romano. Luego que Roma cayó, ocuparon su lugar los visigodos, al menos en esta parte de España. Solo pudieron disfrutar de su dominio durante un siglo porque llegaron los musulmanes desde el sur. Los últimos reyes visigodos se refugiaron en una iglesia y fueron quemados vivos por los invasores.

Córdoba fue Emirato primero y Califato después, durante casi 7 siglos fue tierra de Mahoma. Se impuso una tensa libertad de culto a cambio del pago de tributos. Como la ley musulmana hacía a cada uno dueño de su casa hasta donde caía el agua de su techo, las casas se fueron ensanchando y las calles se hicieron cada vez más estrechas. Todo esto que cuento es confuso, porque Córdoba es confusa, una ciudad para perderse entre sus calles, admirando macetas colgadas de los muros y buscando tablaos de flamenco.

Luego de la Mezquita recorrí el puente, miré la ciudad a lo lejos y tomé muchas fotos. Una muchacha de nombre Isabel con un paraguas rojo nos ofreció un tour a voluntad por toda la ciudad. Primero nos contó la leyenda de Santa Bárbara, una de las primeras cristianas convertidas, que fue perseguida por su padre y se refugió en una roca. Una tormenta la salvó de sus perseguidores y desde entonces Santa bárbara bendita es la patrona de las tormentas, la que nos protege de los vientos y los rayos. Nos mostró el lugar en el que había estado Cervantes y la famosa venta en la que El Quijote había pernoctado. Nos mostró la judería, un barrio habitado por los creyentes en Abraham, que sostuvieron su fe con su sangre, perseguidos primero por los árabes y luego por los católicos. También había gitanos y nadie me avisó que era peligroso hablar con ellos.

Una gitana se me acercó al atardecer y me dijo que me podía adivinar la suerte. Tomó mi distraída mano y exhibió frente a mí una ramita de romero. Los Cordobeses hablan andaluz, un dialecto que convierte las st en una ch de tal manera que al decir “esta calle” dicen “hecha calle que echá aquí”. También la gitana que me maldijo usaba ese dialecto. Me decía: “Echa ramita e’ romero que tengo aquí la debe quemá en tu casa cuando chegue, echa línea de tu mano e’ la línea de la vida, e’ muu projunda, tu vida vaasé muu intensa”. Me dijo que en mi familia había alguien que me envidiaba, que cuando llegara a mi casa debía quemar aquella ramita de romero, que le debía dar dinero por la suerte que me había leído, que no aceptaba monedas porque no podía cargar en su cuerpo más metales que el oro, así que le ofrecí 5 euros. Yo andaba con la billetera y mostré todo lo que tenía encima, apenas más de 300.

Ella me dijo que los 5 euros era por la suerte pero que por la ramita le debía 10 y me los exigió en ese momento, luego que le hube dado 10 euros más me dijo que ahora le estaba debiendo dinero por la buenaventura que me iba a dar. Detrás de ella había otra gitana que me miraba. En esa secuencia de pedirme dinero terminó sacándome 25 euros, una fortuna para mí en ese momento. Tomé la ramita de romero y salí apurado sin volver atrás mientras la gitana me echaba maldiciones a la orilla del Guadalquivir, porque según ella aún le debía dinero por la prevención por la maledicencia familiar.

Más tarde pude subir al mirador y contemplar la ciudad en el ocaso. Un sol invernal proyectaba largas sombras sobre las casas antiguas y pintaba de azul la sierra Morena. Al día siguiente por la mañana visité el alcázar de los reyes, también fui temprano para evitar pagar entrada.

Seguí mi viaje hacia el sur, rumbo a Granada, y esa fue la primera vez que estuve en

Córdoba…

(Continuará)

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Dos soldados uruguayos fueron heridos en el conflicto del Congo pero no corren peligro, uno de ellos es de Tacuarembó

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Como informó el Ejército Nacional de Uruguay en un comunicado emitido en la presente jornada, se rompió  el alto el fuego entre el grupo rebelde M23 y las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC), las cuales están en un violento conflicto armado en la ciudad de Goma, fronteriza con Ruanda, donde está la base uruguaya.

“A las 6:15 (hora R. D. Congo) se retomaron ataques directos entre FARDC y M23, en las inmediaciones del Aeropuerto de Goma”, reza la misiva, que recuerda que estas hostilidades se produjeron “debido a focos de resistencia” y “pese al acuerdo del alto al fuego” al que se había arribado ayer”, informó el Ejército Nacional hoy 28 de enero a las 8:00 horas de la mañana.

El mismo informe señaló que a raíz de un fuego cruzado muy cerca de la base del Batallón Uruguay IV resultaron heridos el Sargento Diego Ferreira (Servicio de Veterinaria y  Remonta) con herida de bala en el tobillo izquierdo. Y también, el cabo 2da Jhon Patrón (Regimiento Caballería N°3) con heridas de bala en ambas manos.

Portal del Norte confirmó por fuentes del Ejército Nacional que el soldado uruguayo Sargento Diego Ferreira es de Tacuarembó y que está fuera de peligro al igual que su compañero, el cabo Jhon Patrón.

Según Montevideo Portal, hasta el momento son ocho los soldados heridos y un muerto, debido a este conflicto en el Congo, que viene desarrollándose cerca de la base uruguaya desde el pasado sábado 25 de enero.

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