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Tanta vida a la música: Entrevista a Pedro Gallego

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La entrevista que van a leer es larga porque el entrevistado merece que sea así, por su enorme trayectoria en la música y su rica experiencia de vida. Pedro Gallego es pianista profesional y profesor de música, su pasión lo ha llevado a estudiar en prestigiosas instituciones de Europa, conocer otras culturas, y entablar relaciones con artistas de alto vuelo. Recientemente en el año 2019 , fue declarado Ciudadano Ilustre de Tacuarembó, honor más que merecido. A sus 80 años me esperó en su casa. Un hermoso hogar que tiene una Paloma de la Paz de Picasso en la fachada. Me hizo entrar un rato por su vida, rodeados de fotos de viajes por el mundo, pianos y libros. Me llevó al lugar donde toca el piano, me invitó a tomar asiento y me trajo una botella de agua sin gas. 

-Hablemos de tus inicios. ¿Cuándo comenzó el gusto por la música? 

Con el piano sentía adoración desde chiquito, a los 5 años para ser más exacto. En aquel entonces, había una vecina que tenía un piano y cuando lo tocaba era de asomarme por el porche de la casa para escucharla. También escuchaba la música de la  Radio Zorrilla, además de la Radio del Sodre cuando pasaban los conciertos. Recuerdo que iba a la charca de mis abuelos en el barrio de La Pedrera, yo simulaba tocar el piano en la silla de mí tía o en su  máquina de coser. Las visitas que venían por la casa de mis abuelos tenían que cantar el Himno Nacional, mientras yo lo simulaba tocar y  ellos lo cantaban. (Risas) 

-¿Recuerdas qué canción tocaste por primera vez en el piano?

-(Piensa). Puede ser la “Marcha Turca” de Beethoven, la  versión facilitada supongo. El primer tango que toqué  fue ”Felica”( Canción de Juan D’arienzo – 1954) , (Lo tararea). 

-¿Cuál será el “por qué” de tocar el piano en tú caso?

-Muy bien tú pregunta. No tengo ningún antecedente familiar con la música. Es extraño. Hablando con la poeta Circe Maia, ella me dijo que esto se llama “vocación natural”, porque hay otras vocaciones que son inducidas o espontáneas. Acá en  Tacuarembó  hay familias de músicos por generaciones.

-Entonces te sentiste diferente con tú perfil con relación a tú familia.

-Sí, además estudiar piano era considerado algo de niñas. Es más, una vez yo iba con mí portafolio a estudiar con la querida profesora Neri Camacho, y habían unos trabajadores de la construcción por la calle General Flores, estos me preguntaron que estaba estudiando, les respondí que estaba estudiando acordeón. Me daba vergüenza decir que estaba estudiando piano.

-Fuiste de los primeros alumnos del Conservatorio en Tacuarembó. ¿Cómo era el Conservatorio en aquel entonces?

Era algo espectacular porque eran los últimos coletazos de la” Suiza de América” (Referencia a los años de prosperidad en la  mitad del siglo XX en el Uruguay). Estaba Goyenola como Intendente y nos traía a los mejores profesores al Conservatorio. Venía un profesor austríaco llamado Kurt Pahlen que hacía un semestre en Viena y un semestre acá. Me enseñó Historia de la Música y estuvo a cargo del Coro. Fue él quien descubrió mis condiciones para el piano. Una vez puso una tarea, dibujó una clave del sol en el pizarrón  y nos dijo:  “A partir de este sol voy  a tocar una melodía y luego nos  preguntó :¿quién de ustedes va a tocar el resto?” ,yo pasé y toqué  sin problemas la melodía. Terminó la clase y el profesor me dice que lo espere a la salida, yo lo hice  y me pidió una reunión con mí madre. Yo pensaba que me quería llevar a Austria. (Risas)

Kurt le dijo a mi madre que  no podía abandonar la música. Otros profesores que tuve fueron Neri Camacho Lopéz, Clorinda da Silveira y, terminé los cursos con José Tomás Mújica, que por cierto, era un genio que vivía acá. 

-Estudiaste Filosofía en la Facultad de Humanidades.

-Sí, pero primero había estudiado Derecho pero no lo aguanté. Me hice amigo de una alemana que estaba estudiando nuestro lunfardo. Ella estaba becada por Alemania, y fue quien me motivó para  pedir una beca para estudiar en  Alemania. Me inscribí  en la Facultad de Humanidades en Filosofía, me puse a estudiar el idioma alemán en el Instituto Goethe , y siempre de forma estricta. Luego pedí la beca y me la dieron.  

-¿Qué te pareció Alemania?

-Horrible al comienzo, tenía 24 años. La beca era completa, me pagaron incluso el pasaje del barco, porque en aquellos años era en ese medio que se iba a Europa. El barco salía de Montevideo y llegaba a Génova, ya en esa ciudad los alemanes nos esperaban con los pasajes de tren en el mismo barco. Era una enorme organización, todos los becarios ya tenían sus pasajes de tren para ir al Instituto Goethe. En ese lugar estudiamos alemán intensivo y nos adaptamos a las costumbres.

-¿En qué año fue eso?

– Fue en 1966. Yo vivía en un cuarto en una mansión preciosa. Te puedo decir que  cuando abría las ventanas veía las trenza del hielo por el frío que hacía. Un sábado por la mañana en un recorrido veo en un cartel en una Iglesia: “Aquí cantó Sebastian Bach de los 12 a 15 años en la cantoría de niños”. De golpe y porrazo te encontrás con una cosa histórica. Me encontré con el niño Bach.

-¿Se podría decir que te adaptaste? 

-Me iba adaptando, eso era la preadaptación que te venía contando. La adaptación fue cuando cada becario se fue a su correspondiente universidad. Me quedé en la casa de una conocida, que estaba en un barrio precioso. El único problema era que tenía que cruzar el puente Kennedy Bridge que era larguísimo.

-¿Cómo se llamaba la beca? 

-(Piensa y lo dicen en alemán).  Se llamaba “Beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico “. Era de la República Federal de Alemania, la  capital era la ciudad de Bonn. La  Alemania Oriental tenía Berlín como capital, y cuando fuí a esa ciudad fue una tragedia.

-Fue toda una experiencia contemplar el muro de Berlín y cruzarlo .¿Cómo era esa sociedad dividida ?

-Al ser extranjeros, los becarios no tenían problema de pasar a la otra Alemania (La Oriental). Salías en ómnibus en Alemania Federal y veías la cortina de hierro que dividía ambas Alemanias. Y, cuando se accedía  al territorio Oriental, a cada kilómetro había torres de vigilancia con catalejos (Un catalejo es un instrumento óptico monocular empleado para ver de cerca objetos lejanos), que te controlaban. Había que esconder los diarios occidentales porque no se permitía tener eso. Había partes del recorrido que ponían espejos debajo de los ómnibus para controlar  que la gente no escapara de una Alemania a la otra.

-¿Cómo te fue la Universidad de Bonn?

– Yo el primer año no pude hacer casi nada. No entendía el idioma a no ser las malas palabras que escribían en los bancos. (Risas) A los profesores no les entendía lo que decían, imagínate enseñado algo como Filosofía que es complejo. Algo que se daba era que cuando llegaba un profesor todos golpeaban con los nudillos los bancos, como en señal de saludo. Al tiempo ellos me ofrecieron un año más para quedarme porque vieron que me estaba integrando a su sociedad, yo me había inscrito a un Coro. Me dijeron que tenía que dar un oral frente a los profesores, y que luego me presentara a los exámenes en serio. De ahí fue a un seminario de Kant (Inmanuel) sobre , (Lo dicen en alemán; Kritik der reinen Vernunft) “Crítica de la Razón Pura”. Cuando me tocaba hablar a mí todos se reían pero me fui adaptando. Y, cuando llegó el momento, preparé el examen en una biblioteca súper moderna, fui al examen y lo salvé. Ellos vieron que estaba dando exámenes,  me preguntaron sí quería estudiar un máster. Me gustaba la Filosofía pero lo mío era la música. El tema era que mí madre era viuda y estaba en Tacuarembó, y yo era el único hijo. Tuve que rechazar la beca. Ellos me dijeron que contaba con el pasaje para volver por un año más  a Alemania pero sin la beca.

-¿Cómo lograste quedarte?

-Con el Coro ya había ido a varios países de Europa, en un momento me invitaron a  trabajar en la oficina de prensa del Gobierno. Yo encantado acepté la propuesta que era ser voz de en un círculo de México y el Caribe, para enviar comunicados. Me pagaban en dólares, me puede  comprar una máquina de escribir, que era un verdadero lujo. De ahí pude subsistir con lo que me pagaron , conocí Grecia e Italia. 

-¿Cómo fue la venida a Tacuarembó después de todo eso?

-Cuando volví a Tacuarembó me pareció oscuro, poco iluminado. Seguí viviendo en Alemania meses aunque estaba en Tacuarembó. Pero hoy en día te puedo decir que estoy orgulloso de haber hecho toda mi carrera en Tacuarembó, me encanta sus paisajes: Valle Edén, Balneario Iporá,  San Gregorio. 

-¿Qué hiciste en Tacuarembó después de tú llegada de Alemania?

-En noviembre de 1969 estaba en Tacuarembó y se dio algo increíble acá. El Frigorífico Tacuarembó  precisaba un traductor en alemán porque siempre habían alemanes que venían por negocios con el Frigorífico. Como nadie entendía a los alemanes me contrataron como traductor. Trabajé 2 años ahí, nunca gané tanta plata como en ese tiempo. Organizaba fiestas para los alemanes, hice una muy buena relación con todos.

– ¿Qué hiciste como músico acá en Tacuarembó?

-Tuve un conjunto experimental de cámara con música medieval y renacentista que el “Bocha” Washington Benavides nos dio la presentación. Todo era idea de allá (Alemania), se usaban instrumentos medievales como la flauta dulce. Los recitales eran en la Iglesia de la Cruz. Ya en esos años empecé con la enseñanza en varios centros educativos.

-¿Filosofía nunca diste como profesor?

– En principios de 1966, mientras esperaba que me aprobaran la beca di clases en el Liceo Departamental de Tacuarembó. Habían unas horas vacantes que nadie quería tomar, le pidieron a mi madre si yo no podía atender esas horas. Yo no quería venir porque ya estaba trabajando como músico pero mí madre me insistió. Finalmente volví y di esas clases de Filosofía. Fue en el Liceo que me enteré por medio de una carta que me habían aprobado la beca. Fue un papeleo enorme para entregar para esa beca.  

-¿ Y tú segunda experiencia en Alemania cómo fue?

– En 1978 envíe una solicitud de beca a un Instituto Orff de Estrasburgo para unos cursos para profesores de música. Ese Instituto fue fundado por Carl Orff que fue un genio como compositor. Nos daba clases su hija con quien  tuve  una gran amistad. Pero tenía que viajar a Austria y no tenía el dinero para viajar en avión, y le pedí a Kurt Pahlen sí podía ayudarme prestando dinero.¡Qué increíble! Él me ayudó y después le pagué, que fueron como 800 dólares americanos.  Al final, Kurt Pahlen me llevó a Austria. (Risas)

-¿De qué se trataba ese curso en Alemania?

-Sí, fue un curso espectacular. Ese  Instituto queda a las afueras de la ciudad de Estrasburgo. La beca consistía en que, no pagaba el curso pero como tenía mis dólares ahorrados en aquel momento se pagaba por traveler’s cheque, que era como una chequera. En el Instituto había todo tipo de instrumentos, nosotros andábamos descalzos por unas alfombras, bien new age. Había mucha creatividad, una experiencia maravillosa. Además de que fue la cuna de Mozart.

-¿Te gustaba la música de esa época como el rock? Viste que era el gran género popular del mundo de aquel entonces.

-No me odies por lo que te voy a responder. (Risas)

Siempre me gustó la música romántica o melódica dentro de lo clásico. También la música de las películas, una de las cosas que hacía era sacar por piano la música de los films. Yo iba al cine, igual dos veces al día, para sacar la música  y ponerla en un pentagrama en cualquier papel.

-¿Qué es lo qué te gusta tocar y divulgar?

-Lo melódico y música de cine. No es popular , podría llamarse “música de culto”. Viene un amigo, Fernando Ruiz, que me ayuda con las grabaciones y la difusión de mis interpretaciones.

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