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Cultura: Entrevista al retratista Leonardo Gularte

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Fue un martes en la tarde que nos vimos las caras con el retratista Leonardo Gularte (39 años). Gularte me esperaba afuera de su casa, yo andaba perdido con el mapa de Google del celular, hasta que vi al artista con brazo en alto señalándome. Me acerco y veo perros jugando con él. Me saluda con gran amabilidad y me invita a entrar a su casa. Me comenta que anda con un mate a medio tomar, pone la caldera a calentar mientras yo tomo asiento. Lo primero que veo es que la casa está impecablemente decorada, tanto el mobiliario como el decorado tienen un sentido estético. Lo que me recuerda lo que dijo el escritor español Fernando Sanchéz Dragó: «El hogar debe ser el templo de las personas». Veo libros, utensilios de dibujos, una guitarra, una bicicleta retro, y todo en perfecto orden. Gularte se acomoda en la silla con mate en mano.

-¿Cuándo comenzó el trabajo como retratista? ¿Fue desde la infancia?

-La primera vez que realice un retrato  fue cuando tenía 15 años  y en ese momento me di cuenta de esa sensación de bienestar que me provoca todo esto. A parte, en ese entonces, nacía de una necesidad de querer retratar a mí viejo (padre), chiveando un poco con las cosas que había aprendido en Dibujo (asignatura) en el Liceo. Tuve una muy buena profesora de apellido Gómez que me enseñó, en conjunto con el  programa de la asignatura del Liceo, ejercicios  suyos cuando había estudiado Dibujo y,  eso me abrió una puerta al retrato.  

Después me hice de un libro (señala al libro sobre un escritorio de su sala) que es un tratado de la pintura de toda la obra de Leonadro Da Vinci. Por supuesto que al comienzo tenía 14 años y no podía leer semejante libro, pero empecé a ojearlo, a copiar los dibujos que tiene  tratando de entenderlos, lo que siempre me conducía al final al retrato.

-¿Es algo que viene de la infancia el ser artista?

-Las personas a muy corta edad lo primero que hacen es dibujar. Los niños buscan expresar su mundo mediante el dibujo, independiente de la motricidad ese dibujo será perfecto. Lo que pasa, es que los gurises empiezan a hacerse grandes, comienzan a hacer otras cosas y algunos cortan el hilo que en muchos marca su vida a través del dibujo. Y es que después, bueno, hay que laburar, formar familias, encarar la vida y te olvidaste de todo eso.  Lo que sucedió conmigo es que nunca se me cortó ese hilo, siempre hubo una instancia en cada momento de mi vida donde necesite dibujar, por eso hoy dibujo y me acuerdo de las cosas que sentía desde niño. Cada vez que dibujo siento exactamente lo mismo. Yo no dibujaba y escondía el dibujo, se los mostraba a mis padres como críticos inmediatos de quienes siempre obtenía aprobación. 

Ahora digamos que hago lo mismo solo que busco un medio más aparatoso que es montar exposiciones. Y en definitiva busco lo mismo, la aprobación del espectador o desaprobación ¿por qué no?, y sobre esto último; le encuentro un mismo valor, todo es cuestión de contrastes. Entonces, sigo buscando aparte de una expresión, esa cosita de la aprobación de la gente, que te diría que va más con el ego. Creo que es el denominador común en todo artista.

-Pero estoy seguro que tienes mucha más aprobación que desaprobación. ¿No es así?

-Podría ser porque lo que hago no es nada que rompa paradigmas. No voy contra la cabeza  de nadie. No es el cometido del retrato. Tal vez que en algún momento, alguno me calificó como “el que retrata a negros, viejos o a los indios”. Pero nunca lo ví como otra cosa más que una definición misma de mi trabajo que ha ido tomando muchas formas. 

Mi trabajo en esencia consiste en contar historias a través del retrato. Por eso gran parte de mi obra consiste en retratos de amigos que voy conociendo por el mundo y la vida. Lo que cuento a través de ellos difícilmente tenga lugar a una “desaprobación”.

-¿Fuiste a algún taller?

-Nunca, pero hubiese sido grandioso seguro hubiera enriquecido mi camino. Pero no se dieron las circunstancias. 

-¿Eres de investigar lo que hacen otros artistas, ya sean locales o internacionales?

-Sí claramente investigo, y mucho, pero no me siento dentro de una corriente o “ismo”. Solo sé que me gusta hacer retratos, es casi como una necesidad que busca alimentar mi espíritu. Pero te cuento que ahora hay un resurgimiento del retratismo -y hete aquí lo ambiguo porque hablamos de un “ismo”- que había perdido su valor con la aparición de la fotografía (Finales del siglo XIX). El retrato fotográfico se popularizó y mecanizó dando la posibilidad de llegar a todas la clases sociales y el retrato por encargo a un artista de a poco comenzó a quedar en desuso. Hay un nuevo resurgimiento del retrato pictórico, así como una nueva forma de compartirlo al mundo que a través de las redes sociales. Estas han permitido tener tanto un espacio para exponer con un alcance inimaginable.  

En Montevideo hay grandes retratos pero en murales urbanos

-Sí, pero eso es bien del sur. Podes encontrar algo en San Gregorio. Acá en Tacuarembó nunca hubo eso. Al menos en mi época de adolescente era algo que considero sería muy caro, era más fácil tener un lápiz que una lata de spray. Entonces lo que te quedaba acá era dibujar en las cuadernolas  del liceo y ocupar algún que otro papel garbanzo de dibujo. Por eso creo que no se desarrolló el retrato en mural, además de la propia idiosincrasia de Tacuarembó, tan conservador que me ha hecho imaginar que San Gregorio es un universo paralelo, una realidad alternativa.

-¿Qué utensilios y materiales tienes ahora para hacer tus retratos?

– En mí caso he ido incorporando un montón de herramientas según lo que fuera consiguiendo y fuera probando. Por ejemplo, (se levanta de la mesa y me invita a entrar a otra habitación para mostrar sus materiales) diversos tipos de pinceles, lápices,  carbonillas, polvo de carbón, polvo de sepia, carbón compactado, también tengo un invento mío (lo toma) que es un lápiz con una extensión no para tocar las hojas con los dedos. Y de ahí hago estos retratos ( empieza a mostrar sus trabajos ) que están en hojas de 35 x 50. 

¿Cuánto tiempo te lleva hacer uno de estos retratos?

-Quizás un día entero y de sumar las horas serían unas 10 horas. Para hacer esto (toma uno de sus retratos) puedo arrancar tranquilo de mañana con un mate y terminar en la noche. Lo que pasa es que con el ojo la primera vez uno no ve los detalles (agarra una lupa y una fotografía). Por ejemplo, en esta foto veo cada vez más detalles que los incorporo  en el retrato que estoy ahora haciendo. Llega un momento que terminas porque ya no ves más nada. Ya el ojo captó todo lo que pudo. Hay momentos en donde me detengo de trabajar y salgo hacer otras cosas, y cuando vuelvo observo otras nuevas.

-¿Que vendría a ser el retratismo?

El primer cometido del retrato,  desde su génesis con las monedas persas, saltando al retrato escultórico en la época romana, es representar un momento un estado emocional, pero sobre todo la apariencia visual de un individuo. Hay muchas obras famosísimas como para explicar el retrato desde Leonardo Da Vinci, Rembrandt y  Van Gogh. Pero por alguna razón elijo siempre poner como ejemplo el retrato de Paco de Lucía hecho por Oswaldo Guayasamín, te das cuenta que toma los rasgos principales con los que rápidamente capta la esencia; es una cara alargada con rasgos exagerados. El artista  supo captar las líneas del rostro para quién lo vea diga que es Paco de Lucía. Lo mismo lo puede hacer un caricaturista, o un tipo en un juzgado dibujando la escena. Lo otro, que no es menos importante, es el detalle que es lo que genera más diálogos de comunicación con la persona que está mirando. Las imperfecciones también son parte importante de la obra cuando no evidencian una inhabilidad.

-¿Tienes  talleres a tú cargo?

– Tengo un taller ahora, sí. Comencé en 2018 en la Cátedra Washington Benavides (Tacuarembó). Después me trasladé Club del Libro donde estaba ubicada la biblioteca de Tomas de Mattos antes de ser trasladada a la biblioteca nacional, donde nació otra propuesta con un estilo de taller diferente, de la mano de Matilde Vera, quien me dió las herramientas para darle un giro a la dinámica de las clases en 2019, que junto a mi propia y particular naturaleza de comunicarse con los talleristas daría lugar al nacimiento de una forma sin precedentes en Tacuarembó de dar clases de dibujo. Luego hubo un breve impás por la pandemia, en 2020 y en 2021 retomó después que la cosa se despejó. Ahora sigo con mi taller con la misma dinámica, con una convergencia de edades y personalidades vastas que por sobre todas las cosas conforman un grupo humano de total excelencia que se enriquece a través del intercambio.

-¿ Qué va a esperar un alumno que venga tú taller?

-(Toma un sorbo de su mate y se acomoda de nuevo en la silla) Algunos al principio esperan a que yo mágicamente le enseñe a dibujar. Luego comprenden que el resultado responde a un montón de factores. Hay personas que por una cuestión de psicomotricidad o cómo se mueven en el espacio, no van a aprender a dibujar como quisieran o imaginan.  Yo no le puedo enseñar a una persona de edad avanzada que abandonó el dibujo  desde niño, que cortó ese el hilo como te comentaba, de la misma forma que a alguien que siempre tuvo una continuidad en ese ámbito. Lo que esa persona va a hacer es volver a descubrirse y a sentir esa pasión por el dibujo sin importarle el resultado. Esa persona habrá descubierto el sentido del dibujo, esa persona habrá encontrado alimento para su espíritu inquieto y hambriento de expresión.  El taller funciona desde 2019 martes y viernes, y sábados con los niños. Hubo en varias oportunidades adultos que a los sábados llegaron con un trabajo en proceso para que les ayude a darle un avance que los sacara de este atasco creativo en el que se encontraban. Eso era hermoso. 

-¿Puedes explicarme más del funcionamiento del taller?

-El alumno que recién arranca,  lo saco rápidamente por la manera que dibuja. Me hago una idea , me armo una imagen abstracta de lo que eres, viendo el último dibujo tuyo. Aunque no recuerde a la siguiente clase tú nombre, te identifico por tú último dibujo. Tengo una carpeta llena de ejercicios, más de 1000 imágenes, todas desordenadas pero en mi cabeza sé dónde están esas imágenes y se que es exactamente lo que necesitas para ir avanzando. Cada compañero avanza de manera y ritmo distinto según su propia naturaleza. Los sábados, que son los días que vienen los más chicos de mis alumnos, son como bajar a lo más primitivo. Es volver a la niñez, es renovación del alma. Benditos sean los sábados a la mañana y benditos sean esos niños que lo resetean a uno. ¿Viste cuándo te vas a campaña o al monte? Es como volver a cuestiones primitivas y lo siento así. Yo me entiendo muy bien con ellos, nunca dejé de ser el niño que dibuja, y también los entiendo a través del dibujo.  Y dependiendo de la edad, tendrán ejercicios acordes a esta.

¿Has realizado exposiciones en otros lugares?

-Tengo una exposición permanente en la torre del Cuartel de Bomberos, que consiste en diez retratos que representan a los directores nacionales de bomberos que ocuparon el despacho de esa dirección a partir de que la institución pasa a pertenecer al ministerio del interior y ocupa el cargo el primer director que es bombero. Siendo antes, que perteneciendo al ministerio de defensa, era nombrado para el cargo, un jerarca militar, ajeno a la actividades bomberiles. Expuse en el Prado en 2019 una muestra que se llamó Tacuarembó con los pies descalzos. En Punta del Este, en Pueblo Gaucho, siempre con la misma impronta, armar una historia a través de una serie de retratos. 

Expuse en Buenos Aires junto a otros artistas de Tacuarembó. Ahora tengo  una exposición en  el Quiosco  de Cabesas Bier en el Balneario Iporá que se llama Alter Ego – Céntrico una muestra comprendida por trece retratos de amigos que he hecho trillando por la vida y cuyas historias han hecho que me vea a mi mismo viviendolas cada uno de ellos es mi yo alternativo, en un imaginario, que es un estado que ocupa gran parte de mi vida de soñador. Hay un juego de palabras en el nombre de la muestra que termina en realidad resumiendo todo y es lo que te decía al principio, al artista lo mueve un ego que muchas veces redunda en un egocentrismo que lo convence de que lo que hace es tan importante y bueno que debe ser mostrado.

-¿ Me podés contar más en detalle la experiencia de haber retratado a la poeta Circe Maia?

-Es una de las historias más lindas que atesoro. Teniendo como antecedente la creación del retrato de Washington Benavides, en algún momento se me ocurrió que sería importante retratar a los exponentes de la cultura de Tacuarembó. Es por eso que mi siguiente retrato sería el de Circe. Una compañera del taller, Susana Fernandez, que es su amiga, fue quién me generó el contacto para reunirme con ella. Fue una mañana de fines de abril o principios de mayo de 2020, ella me esperaba en su casa.  Nos fuimos a su jardín en el patio trasero; entre charla y reconocimiento de plantas buscábamos un lugar dónde conjugaron las luces y sombras que darían lugar  al contraste que luego se traduciría en el retrato. Ella sabía exactamente lo que yo buscaba, así que fue adoptando las posturas muy naturalmente, al tiempo que me sugería y daba diferentes opciones. Tomé algunas fotografías que luego utilizaría para el retrato. La mañana del 16 de mayo de 2020 estaba nuevamente en su casa con el cuadro abajo del brazo, envuelto en un jergón. Estaba Ananira su hija, sus nietos Julian y Elisa y Susana su amiga, e hicimos como una especie de parodia ceremonial donde le hacía entrega de su retrato. Tengo una foto del momento en que ella se encuentra con su otro yo en sepia y que es el registro del momento más mágico de esa mañana.

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