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El orgullo no se mancha: Tacuarembó peleó de igual a igual, pero la Copa se le fue en la última jugada

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De Hincha Anónimo|

Tacuarembó, la capital del pago más grande del país, vivió una noche de fútbol que quedará grabada en la memoria colectiva. No se trató solo de un partido, sino de una fiesta, una comunión entre el equipo y su gente que demostró por qué la Copa AUF Uruguay es la esencia misma de nuestro fútbol. El estadio Goyenola se vistió de gala, con tribunas colmadas y un ambiente de ensueño que desde horas antes del pitazo inicial ya hacía sentir la adrenalina. La esperanza, esa sensación de que todo es posible, flotaba en el aire.

Y nuestro Tacuarembó hizo honor a esa esperanza. A los 24 minutos, en medio de un dominio del juego que sorprendió a propios y extraños, el Goyenola explotó. Un centro magistral de Pablo Fagúndez encontró la cabeza de Luis “La Cobra” Machado, que con un cabezazo de antología clavó la pelota en el ángulo de Campaña. ¡Golazo! El 1-0 era la recompensa a un equipo que jugaba con el corazón, con la garra y la audacia que caracteriza a los del interior.

Peñarol, con toda su artillería de figuras, no encontraba respuestas. La defensa de los nuestros, con el revoleo de poncho y el aguante característico de Roberto Hernández y Alexis Piegas, parecía una muralla infranqueable. Nuestros jugadores jugaban con la nobleza de quienes nacieron en canchas de tierra y no le temen a nadie. La presión aurinegra era neutralizada una y otra vez, y el entretiempo llegó con un 1-0 que sabía a gloria.

El segundo tiempo fue un asedio. Peñarol, con los cambios, se volcó al ataque con más fuerza, pero nuestro equipo se replegó y defendió con uñas y dientes. El empate llegó a 13 minutos del final, casi por inercia, tras un error que Umpiérrez no perdonó. El 1-1 fue un golpe, pero el equipo supo resistir hasta el final del tiempo reglamentario.

Pero la alegría se nos fue de las manos de la manera más dolorosa. Después de ocho interminables minutos de adición, un penal polémico, pitado por el VAR en el minuto 98, rompió el alma de todos. David Terans lo cambió por gol en el minuto 101, un mazazo brutal que no merecíamos.

Y como si fuera una burla del destino, el pitazo final se dio recién a los 106 minutos, con todos nuestros jugadores en el área rival buscando un empate heroico que Javier Méndez sacó de la línea. El grito de gol se nos ahogó en la garganta.

A pesar de la derrota, el orgullo de ser de Tacuarembó está intacto. Nuestro equipo jugó un partidazo, demostró valentía, coraje y un corazón enorme. Enfrentó de igual a igual a uno de los grandes del fútbol uruguayo y casi se lleva la victoria. La Copa se nos escapó por un penal en la última jugada, pero la dignidad y el amor por la camiseta, eso no nos lo quita nadie.

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